Las palabras tienen indudablemente el poder de construir, dañar, alimentar o simplemente acariciar. Sí, se puede acariciar a alguien con las palabras, y hay palabras que sin tener la intención, curan, consuelan, acompañan.
Mi experimento artístico-solidario-experimental quedó algo truncado, al no poder concluir con un vídeo lo que yo quería documentar, pero no importa, me dejó una satisfacción y un asombro placenteros (otra vez alimentando el ego!)
Apenas hube dejado al pie del container de basura la bolsa con el pantalón dentro, me retiré ni dos minutos para dejar tiempo y ver desde lejos quién se acercaba, quién leía y quién se llevaba la bolsa, cuando esta desapareció. El que la encontró se fue confiando quizás que lo que se llevaba era en un trocito de “felicidad” a casa.
r.p.
Bravo Rocío!!!! Me encantan este tipo de trabajos, siempre sale una sonrisa 🙂
Gracias julia!
¡Geniál!
¿Es en verdad la fuerza de la palabra, o simplemente curiosidad… o necesidad… o sapada, como se dice en mi tierra? Tu experimento me recuerda al billete tirado en la vereda y todo el que pasa intentando llevárselo. Una pena que no hayas podido documentar tu experimento. Ojalá el que se lo llevó haya creído que en la bolsa estaba la felicidad.
en tiempos de crisis, con palabras felices o sin ellas, quizás un pantalón en buen estado pueda serle útil a alguien, pero ya veremos qué pasa más adelante, seguiré experimentando a partir de la palabra…
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Una acción de arte callejero por Rocío Plúas >> http://www.rociopluas.com